LA AVENTURAS DE JUNAJPÚ E
IXBALANQUÉ
EL POPOL VUH
Hace ya más de 250 años fue encontrado en los
polvorientos archivos del convento de Chichicastenango un viejo libro llamado
Popol Vuh. El Popol Vuh ha sido comparado por lo eruditos, con las obras de
mayor aliento épico, entre ellas: La Ilíada y La Odisea, el Mío Cid, El
Ramayana y La Eneida. Para Guatemala, y para toda América, el Popol
Vuh representa uno de sus valores culturales más extraordinarios.
El Popol Vuh, llamado también Libro Nacional de los
Quichés, relata, en lengua quiché, las historias más antiguas de los primeros
habitantes de Guatemala, cuyos descendientes fundaron uno de los imperios más
poderosos del mundo, el Imperio Maya.
Esas historias fueron contadas de boca en boca y de
generación en generación, hasta que por fin fueron recogidas en el Popol Vuh,
sin que se sepa con seguridad quién lo escribió, ni en qué época lo hicieron.
Entre las más hermosas historias del Popol Vuh se
encuentran las que narran las aventuras de dos muchachos héroes quienes,
gracias a su valor e ingenio, lograron vencer a los representantes del mal, y hoy en honor al noble escritor guatemalteco Adrián Ramírez Flores, quien es el autor de éste material, quiero dejarlas plasmadas en este espacio con el propósito de crear el interés
por conocer la obra original; acrecentar el amor por la raíz indígena de
nuestra nacionalidad y fomentar el afán que pueda conducirnos a la integración
social de Guatemala.
"Los pueblos –como la Ceiba- deben hundir
profundamente la raíz en su tierra ancestral para crecer frondosos, y perdurar." Adrián Ramírez Flores
Espero, pues, encuentren fascinante esta lectura.
I
CORAZÓN DEL CIELO
Cuenta
el Popol Vuh que, en los primeros tiempos, Corazón del Cielo ordenó que las
aguas que cubrían la superficie de la tierra se retiraran para formar los
mares, los lagos y los ríos.
Al retirarse las aguas aparecieron los valles y las
montañas, y la tierra se fue cubriendo de hermosos bosques y de selvas de
gigantes árboles amarrados con bejucos.
Mas todo estaba quieto y silencioso, como muerto.
Corazón del Cielo, entonces, ordenó que los peces poblaran las aguas y fuesen
los guardianes de mares, lagos y ríos.
-Y tú ¡Oh, bestia salvaje!- dijo Corazón del Cielo
con su voz de trueno y relámpago, habitarás los barrancos, beberás en las pozas
de los ríos y dormirás en las cuevas y en los matorrales.
Luego, Corazón del Cielo ordenó que las serpientes
fuesen guardianas de los bejucos, que los pájaros construyeran sus nidos en los
árboles y fuesen los guardianes de los bosques.
Como lo ordenó Corazón del Cielo, así se hizo. Y así
terminó el gran silencio de la Naturaleza que, desde entonces, ríe con el agua
clara de los arroyos brincando entre las piedras; canta con la dulzura de los pájaros
y llora cuando el viento corre por los bosques y los cañaverales.
II
LOS SERES DEL MAL
En
aquellos primeros tiempos existieron dos grandes personajes, ellos eran Vucub-Guacamayo
y Gigante de la Tierra. Eran muy poderosos, pero hacían mal uso de su poder,
por lo que despertaron la ira de Corazón del Cielo.
Vucub-Guacamayo, por ejemplo, era muy vanidoso.
Tenía los dientes de perlas y su resplandor era muy grande, por ello, Vucub-Guacamayo
creyó ser más poderosos que los mismos astros.
-Yo soy el Sor. Yo soy la Luna, decía. Y todo era
vanidad en Vucub-Guacamayo.
Gigante de la Tierra, a su vez, era fuerte. Pero su
fuerza la usaba para hacer el mal. Con frecuencia sacudía las montañas
provocando grandes terremotos, y cuando los árboles caían arrancados de raíz y
cuando todos los seres huían aterrorizados, Gigante de la Tierra se reía a
carcajadas y con ello sacudía con más fuerza la tierra.
Vucub-Guacamayo y Gigante de la Tierra era, pues,
dos seres muy poderosos, pero dedicados a practicar el mal. Por eso Corazón del
Cielo dispuso destruir el gran poder que les había concedido.
III
LOS DOS HÉROES
La
destrucción de los poderosos personajes del mal fue encomendada a dos valerosos
jóvenes, Junajpú e Ixbalanqué.
Junajpú e Ixbalanqué había nacido en la montaña y
habitaban, junto con sus abuelos, una limpia y pequeña casa construida bajo la
fresca enramada de gigantescos pinos.
Desde muy niños se habían ejercitado en el manejo
del arco y la flecha, pero sobre todo, en el uso de su larga cerbatana que,
cargada con redondas piedras de río, era un arma mortal para enfrentarse a los
más temibles enemigos.
Expertos cazadores, Junajpú e Ixbalanqué, poseían
astucia y valor y muchas veces, en sus correrías, habían tenido que luchar
cuerpo a cuerpo con las fieras.
Acababan de derribar a un ave en pleno vuelo,
cuando Corazón del Cielo les habló ordenándoles la destrucción de Vucub-Guacamayo
y de Gigante de la Tierra.
-A partir de este instante, dijo Corazón del cielo,
estáis bajo mi protección y la de todos los seres creados por mí. Vuestra fuerza
e ingenio crecerán frente al peligro y vuestras cerbatanas, a partir de hoy,
poseerán un poder mágico que yo os concedo.
Así habló Corazón del Cielo con su voz de trueno y
relámpago, y Junajpú e Ixbalanqué obedecieron.
Regresaron a su hogar. Se despidieron de sus
abuelos y marcharon en busca de Vucub- guacamayo y de Gigante de la tierra para
procurar su destrucción.
IV
LA DESTRUCCIÓN DE
VUCUB-GUACAMAYO
Durante
muchos días con sus noches, marcharon Junajpú e Ixbalanqué a través de montañas
y valles. Cruzaron selvas donde los bejucos colgaban de las ramas de los
árboles como extrañas y amenazadoras serpientes, hasta que por fin descubrieron
a Vucub-Guacamayo.
Como siempre, Vucub-Guacamayo se complacía en
admirar, a la orilla del riachuelo de agua clara, el resplandor de sus
maravillosos dientes de perlas.
-Soy más brillante que el Sol y que la Luna- decíase
Vucub-Guacamayo, inclinándose ante el espejo claro del riachuelo.
Al cabo de cierto tiempo, Vucub-Guacamayo se apartó
de aquel lugar y se dirigió en busca de un árbol de nance para comer de
aquellos frutos que eran su alimento preferido.
Dispuesto estaba a darse un atracón de la deliciosa
fruta cuando Junajpú, soplando su cerbatana, lo derribó de un certero bodocazo
en la quijada.
Aturdido, pero lleno de ira terrible,
Vucub-Guacamayo se levantó y al ver a los dos héroes, se lanzó con ellos, los
derribó y de un tirón formidable arrancó uno de los brazos de Ixbalanqué,
escapando luego entre los árboles del bosque.
Junajpú levanto a Ixbalanqué y con un ungüento
mágico le calmo los dolores. Luego marcharon siguiendo las huellas de Vucub-
Guacamayo para terminar con su poder y recuperar el brazo de Ixbalanqué.
Encontraron a Vucub-Guacamayo recostado contra el
gigantesco tronco de una ceiba, quejándose del dolor de sus dientes.
Junajpú e Ixbalanqué adoptaron la forma de dos ancianos
y acercándose a Vucub, le preguntaron qué le aquejaba.
-¡Ay, ay! –respondió Vucub-. Unos muchachos
malvados me han aflojado mis lindos dientes.
-Nosotros podemos curarte- dijeron los ancianos. Somos
curadores de dientes –agregaron.
-¡Ay, ay! Curadme pronto- respondió Vucub, y se
tendió sobre la yerba con los ojos cerrados por el dolor.
Junajpú e Ixbalanqué no esperaron más. Acercándose procedieron
a sacarle uno a uno, todos los dientes y lo hacían de tal manera, que Vucub ya
no sentía dolor, sino un desfallecimiento agradable.
Extraídos los dientes de maravillosas perlas, Junajpú
e Ixbalanqué los sustituyeron por granos blancos de maíz e instantáneamente, Vucub-Guacamayo
perdió su maravilloso resplandor y con ello perdió todo su poder.
Junajpú recuperó el brazo de Ixbalanqué y con el ungüento mágico se lo puso de nuevo.
Luego de lo cual, se marcharon los dos héroes en busca de Gigante de la Tierra,
para así terminar la misión que les había sido encomendada.
Continuará…